como botín de guerra en la Campaña del Desierto. No fue encerrado en una cárcel,
tampoco destinado a los campos de concentración, final común de las comunidades
indígenas. El cacique Inacayal, junto a su familia, fue obligado a ser
pieza de exhibición viviente en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Encerrado
en el oscuro sótano del museo, debía posar semidesnudo; lo medían, lo
pesaban, era un objeto de estudio. La sociedad “civilizada” le dio la peor condena:
usarlo como conejillo de indias, exhibirlo, maltratarlo, forzarlo a deambular
perdido, triste, humillado. La tortura duró dos años. Murió el 24 de septiembre
de 1888. De inmediato su cuerpo fue puesto en exhibición al público. Recién un
siglo después, en 1994 y tras reclamos de comunidades tehuelches, los restos del
cacique fueron llevados a su territorio ancestral.
“Yo
jefe, hijo de esta tierra. Blancos ladrones, mataron a mis hijos,
mataron
a mis hermanos, robaron mis caballos y la tierra que me vio
nacer. Yo prisionero". (Modesto INACAYAL)
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