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Probá no probar

domingo, 9 de diciembre de 2012

El país Aonikenk

El país aonikenk

Para amar tu provincia, a tu gente, y tu pueblo
deberías saber (por ejemplo) dónde nació este río, en qué montañas,
de qué hielos y lagos estas aguas traen hasta los valles su tumultuoso aporte al regadío.

Es necesario amar el agua, no tanto la que pasa,
sino la innumerable agua-masa
las entrañas del glaciar que parece dormido en la montaña.
Los ríos son arterias que conducen la savia glaciaria.

Para querer profundamente habrás de conocer la historia aonikenk:
Transitarás caminos de pampas y mesetas, de guadales y valles, cañadones y vegas.
Caminando tu tierra de aike en aike
(del Estrecho al Deseado, desde el mar a Chaltén)
tus ojos verán la geografía intacta del país aonikenk.

Ellos no están ... los buscarás en vano. Pero la tierra guarda los rastros del pasado.
No profanes el chenque, el picadero, ni los frisos de las grandes cavernas
donde hay manos pintadas, guanacos, hombres y avestruces en escenas de caza.
Ellos no están, pero su rastro queda, entre altas paredes de piedra
y en las viejas cavernas.

Para amar la provincia es necesario reconocer su piel en la aspereza de las matas,
y saber que debajo del asfalto duermen antiguos rastros de mulas, y de chatas.
En la voz del carrero está la historia del afán fundador de los abuelos,
de arreos cruzando el territorio para encontrar el valle, junto al cerro.
Venían mis abuelos, por ejemplo, de Las Lajas; otros de Chile, España o Buenos Aires.
No importa de qué parte: eran fundadores
(y no hablo de los latifundios que sólo nos dejaron el alambre).

Para amar la provincia hay que acordarse, que vinimos del campo a las ciudades,
que fueron campesinos nuestros padres.
A mitad de camino (del último tehuelche hasta el recién venido a nuestra tierra)
hay una historia, y es necesario conocerla:
espectros de indios sin orejas, las tumbas colectivas de las huelgas rurales
aún esperan redención para su sangre.

Para amar tu provincia, a tu gente y tu pueblo deberías cantar por ejemplo al hombre petrolero.
Este es el hombre actual, habitante industrial de recientes ciudades.
Esta es la historia viva, se construye en las calles
y pobre del cantor que no la cante.





Héctor Raúl "gato" OSSES

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