"Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos"

Probá no probar

martes, 13 de octubre de 2015

Relatos sobre el GIA y otras yerbas…

Los Protagonistas:
14) - Don Lucio IGOR CARCAMO, el triunfo del amor
La primera vez que lo vi a Lucio fue en su casa, a pedido de su hermana Aurora, quien me pidió que lo visitara porque tomaba mucho, pudimos hablar un poco en su casa y lo invité a la reunión del Grupo GIA, comenzó a concurrir y a tomarse en serio sus tratamientos con los médicos y con el GIA; fueron construyendo con otros compañeros: Juan Carlos PRINGLES (“gitano”) y su hermano: Rubén IGOR (“bigote”) su proceso de recuperación, uno observaba a una persona sumamente correcta, muy educada y respetuosa, costaba entender que estuviera enfermo del alcoholismo; de a poco pudo ir sacando cosas muy viejas que tenían que ver, con unas malformaciones de dedos en las manos y pies de nacimiento, y la aceptación de esa situación; relató tratos horrendos por parte de su padre, quien lo veía como un monstruo, le pegaba sin razón y no le permitía comer en la mesa con ellos, siempre con desprecio; solamente su madre y hermanos lo querían, y asi se lo hacían sentir. Que gran novedad cuando en una reunión del Grupo Lucio comenta que se había animado a entrar a un supermercado, ya que siempre se sentía discriminado, mirado por sus manos y pudo superarlo; cuando le tocó viajar a Comodoro Rivadavia, para realizar la pasantía de coordinador, compartió habitación de hotel con el “gitano” y le daba verguenza desnudarse delante de él para bañarse, cosa que también superó; una vez culminada su capacitación e incorporado en el equipo de coordinación de GIA del Hospital de Puerto Deseado, comenzó a viajar a capacitaciones y encuentros nacionales, que embajador de lujo!!! como le gusta confraternizar, compartir, cuanto afecto, siempre ofreciendo una mano, en uno de esos viajes fue a comprar un anillo y le preguntó si tenían un anillo para su dedo (mostrandole el muñon) en forma picaresca aceptaba su malformación; y siempre sus compañeros le reconocieron (incluídas muchas mujeres) su capacidad de expresar su afecto, que siempre estuvo dentro suyo y hoy se animaba a soltarlo de a poco.

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